Como otros tantos antes que yo, desde hace
años deseaba escribir un cuaderno de bitácora, pues siempre me ha gustado
transmitir mis pensamientos, opiniones y limitados conocimientos a través de
las palabras. Quizá hasta la fecha sólo me quedaba aportar el contenido…
Y el contenido no podía ser otro que la luz
en la arquitectura, el elemento que permite la percepción del proyecto, pues
como dijo un tipo con pinta de cuervo, en cierta ocasión:
“La
arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la
luz”.
Esta
fascinación por la luz y la arquitectura proviene de mi niñez, cuando en un
viaje familiar descubrí el Panteón de Roma. Ese mismo día tuve ocasión de
volver a visitarlo, me senté sólo sobre el suelo de mármol y me quedé mirando
el gran óculo central.
Para
mí, a los diez años, el Panteón representó la máxima expresión del arte y esa
percepción se debía a la enorme cúpula y a la luz que penetraba a través de su
óculo. Sospecho que muchos otros, antes y después de mí, habrán tenido una
sensación similar; la percepción de algo tan perfecto que atrapa toda nuestra
atención y pensamientos. Sin ir muy lejos, hace unos cuantos años, un boxeador
amateur que pasó por allí pensó algo parecido:
"Cuando vi
la luz proveniente del óculo del Panteón en Roma, supe que quería ser
arquitecto."
Sí, eso fue lo que pensó el mediocre boxeador
pero extraordinario arquitecto Tadao Ando, motivo por el cual colgó los guantes
y cogió el lápiz.
Mi camino me llevó a
ejercer como arquitecto y dedicarme a la docencia. Mi labor en la Universidad
siempre estuvo ligada a la investigación de la luz en la arquitectura, por lo
que poco tiempo después tuve ocasión de entregar mi tesis doctoral; un denso
estudio sobre la luz natural a través de los lucernarios. El presidente del
tribunal llegó un poco antes a la lectura de la tesis, por lo que tuve ocasión
de charlar con él. Básicamente, me dijo:
“Me ha gustado mucho
tu tesis, a pesar de ser tan densa como un ladrillo.”
Eso, más
o menos, fue lo que me dijo Alberto Campo Baeza. Le gustó el resultado, pero
hubiera preferido algo más didáctico, más cercano al arquitecto. Por lo poco
que le pude conocer, Alberto Campo es una persona muy sencilla, alejada de los
estereotipos propios de los arquitectos famosos. Me invitó a que compartiera lo
poco que yo hubiera aprendido con otros tantos como él, motivo por el cual me
he animado a comenzar este blog. Espero que aquellos que se animen a leerlo
disfruten tanto como yo al escribirlo.
Muy interesante la iniciativa, espero ver nuevas entradas sobre el tema y nuevas fotos que nos ayuden a los profanos a entender mejor la verdadera incidencia de la luz en la arquitectura. Suerte en esta nueva aventura doctor!
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