martes, 22 de enero de 2013

Introducción


Como otros tantos antes que yo, desde hace años deseaba escribir un cuaderno de bitácora, pues siempre me ha gustado transmitir mis pensamientos, opiniones y limitados conocimientos a través de las palabras. Quizá hasta la fecha sólo me quedaba aportar el contenido…

Y el contenido no podía ser otro que la luz en la arquitectura, el elemento que permite la percepción del proyecto, pues como dijo un tipo con pinta de cuervo, en cierta ocasión:


“La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz”.






 
Esta fascinación por la luz y la arquitectura proviene de mi niñez, cuando en un viaje familiar descubrí el Panteón de Roma. Ese mismo día tuve ocasión de volver a visitarlo, me senté sólo sobre el suelo de mármol y me quedé mirando el gran óculo central.



Para mí, a los diez años, el Panteón representó la máxima expresión del arte y esa percepción se debía a la enorme cúpula y a la luz que penetraba a través de su óculo. Sospecho que muchos otros, antes y después de mí, habrán tenido una sensación similar; la percepción de algo tan perfecto que atrapa toda nuestra atención y pensamientos. Sin ir muy lejos, hace unos cuantos años, un boxeador amateur que pasó por allí pensó algo parecido:


"Cuando vi la luz proveniente del óculo del Panteón en Roma, supe que quería ser arquitecto."







Sí, eso fue lo que pensó el mediocre boxeador pero extraordinario arquitecto Tadao Ando, motivo por el cual colgó los guantes y cogió el lápiz.
Mi camino me llevó a ejercer como arquitecto y dedicarme a la docencia. Mi labor en la Universidad siempre estuvo ligada a la investigación de la luz en la arquitectura, por lo que poco tiempo después tuve ocasión de entregar mi tesis doctoral; un denso estudio sobre la luz natural a través de los lucernarios. El presidente del tribunal llegó un poco antes a la lectura de la tesis, por lo que tuve ocasión de charlar con él. Básicamente, me dijo:


“Me ha gustado mucho tu tesis, a pesar de ser tan densa como un ladrillo.”







Eso, más o menos, fue lo que me dijo Alberto Campo Baeza. Le gustó el resultado, pero hubiera preferido algo más didáctico, más cercano al arquitecto. Por lo poco que le pude conocer, Alberto Campo es una persona muy sencilla, alejada de los estereotipos propios de los arquitectos famosos. Me invitó a que compartiera lo poco que yo hubiera aprendido con otros tantos como él, motivo por el cual me he animado a comenzar este blog. Espero que aquellos que se animen a leerlo disfruten tanto como yo al escribirlo.

1 comentario:

  1. Muy interesante la iniciativa, espero ver nuevas entradas sobre el tema y nuevas fotos que nos ayuden a los profanos a entender mejor la verdadera incidencia de la luz en la arquitectura. Suerte en esta nueva aventura doctor!

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